viernes, 22 de agosto de 2008
Catorce horas
La boca entreabierta de deseo y de espera, las piernas temblando de ansias.La cena fría sobre la mesa, y las cuerdas vocales esbozando tantas cosas a través de las manos. El olor de su pelo, y lo suave de su piel, que me obliga a meterme en él por completo, hasta olvidar todo alrededor. Y ahora estamos solos, en una cama, un cuarto blanco, puede escucharse por momentos, cuando las respiraciones cesan una música con aires gitanos.El frío que va y viene; y las sábanas van llenándose de caricias nuevas. Las paredes ya desvanecidas ante el luminoso resplandor del fuego, y nosotros, enredadera, gatos, serpientes, todo.
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